Cuando llega final de año los medios de comunicación se afanan en contabilizar las palabras más utilizadas o las palabras “top” en el año que llega a su fin.  

Pero ¿Qué pasa con las palabras que no se expresan pero que subyacen en nuestro pensamiento? Sin haber realizado ninguna encuesta previa, queremos reflexionar sobre una de las palabras que más surgen en el ámbito de gestión de las organizaciones pero también en nuestra vida: la incertidumbre. 

Esta palabra ha llegado a ser en estos últimos años como el temible personaje de Harry Potter al que denominan “El Innombrable” o también conocido como Voldemort. Pero ha venido para quedarse, pandemia, crisis energética, crisis de suministros, catástrofes naturales y ahora la guerra en Europa y la inflación. Promete ser más larga que la saga de Harry Potter.

Volviendo a nuestra familiar palabra, de la que solo nos libra las pequeñas certezas de nuestras rutinas diarias, si consultamos la RAE veremos que la define como: “Falta de certeza, que ocasiona duda o indecisión en las cosas”. Está compuesta de la preposición “in” y del nombre “certidumbre”.

Esta falta de certeza sobre nuestra realidad ya fue expresada científicamente por Werner Heisenberg en 1927, considerado uno de los padres de la física cuántica, cuando comprobó la imposibilidad de que determinados pares de magnitudes físicas observables y complementarias sean conocidas con precisión. En palabras de la Wikipedia: “Cuanta mayor certeza se busca en determinar la posición de una partícula, menos se conoce su momento lineal y, por tanto, su masa y velocidad”. O lo que es lo mismo, si queremos determinar la posición exacta de una partícula, no podremos conocer con exactitud  su velocidad y viceversa. Esta teoría científica derivó en el pensamiento de que una de las posibles causas de este fenómeno fuera la propia intervención experimental a la hora de medir una propiedad. Esto fue expresado por Heisenberg como “No es la naturaleza misma lo que observamos, sino la naturaleza expuesta a nuestro método de interrogación”. 

Nos enfrentamos a la realidad diaria y a la toma de decisiones en nuestras organizaciones bajo nuestro sesgo y nuestra propia manera de gestionar la incertidumbre. Pero con está acción de control y gestión conseguimos también alterar la realidad que nos rodea, y construimos una realidad determinada. Lograr una observación precisa y acertada de nuestras organizaciones para poder posteriormente llevar a cabo la toma de decisiones se hace por lo tanto una misión compleja y frenética, que solo podemos afrontar con éxito si tenemos una buena sistematización de nuestros indicadores de resultados y mediciones predictivas para el futuro de la organización. 

Los modelos de gestión de la calidad como el “modelo EFQM” o el “Reconocimiento a la Gestión y al Compromiso Social” nos invitan a establecer indicadores de rendimiento estratégico y operativo, relaciones causa/efecto,  patrones de rendimiento  y medidas predictivas para que nuestra organización sea capaz de reducir la incertidumbre y construir el futuro con un abanico de posibilidades.

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