En nuestro artículo de febrero de este año hablamos del estado de flow o de fluir en el trabajo, donde referenciábamos al psicólogo Mihály Csíkszentmihályi que definía el flow como un estado cercano a la felicidad, que nos lleva a experimentar satisfacción y una gran concentración en lo que hacemos. Pues bien, volvemos sobre ello a punto de finalizar el año, en relación a un artículo publicado por El País el pasado domingo, 12 de diciembre titulado: “Las empresas se sientan en el diván: las bajas por problemas de salud mental aumentan un 17%”, donde se dice que: “Los empleados reclaman a las empresas. Ya no solo quieren que se preocupen por sus condiciones laborales sino por su bienestar dentro y fuera del trabajo”.1
Este estado de flow, o de inmersión total en la tarea de manera que el tiempo se pasa volando mientras la ejecutamos se asocia constantemente a un estado de felicidad en el trabajo. Sin embargo, estudios sobre la satisfacción laboral o sobre productividad no concluyen esto. Estar satisfecho/a depende de una percepción subjetiva de hechos objetivos. Y sin duda incluso el trabajo más creativo, no solo depende de los momentos de inspiración si no de periodos largos de esfuerzo y disciplina.
El entorno laboral desde luego afecta mucho en esta cuestión y su alineación con nuestros valores e intereses también. El periodo de pandemia para aquellas personas que pudieron continuar trabajando fue la prueba más evidente de cómo puede deformarse nuestra capacidad de percepción. Como la carga de trabajo que se produce para poder superar situaciones límite nos obliga a no poder dejar de trabajar en ningún momento. Llevando a situaciones de estrés y agotamiento.
Y entonces, cuando llegamos al límite, los resultados de nuestro trabajo nos llevan a preguntarnos, o a que otros se pregunten por nosotros, si hemos sido productivos o no. Si todo el tiempo empleado sirvió para algo o no. Porque por injusto que parezca, trabajar mucho, o durante mucho tiempo, o hasta la extenuación, no quiere decir que hayamos trabajado bien.
Un entorno laboral de estrés, basado en una cultura del trabajo de “echar horas” lo único que indica es que se trabaja mal. Y no solo se trata de una dificultad en la “gestión del tiempo”, en la planificación, o la libertad para autoorganizarse. También se produce porque nuestra atención y nuestra agenda se ve absorbida por todos la variedad casi infinita de medios de comunicación electrónicos y la engañosa necesidad de estar obligados a estar siempre localizables o disponibles.
Consumimos mucho tiempo en recibir información y gestionarla adecuadamente es importante para evitar errores, y ganar tiempo posteriormente, cuando trabajemos con esa información. Sin contar con que el orden nos produce una placentera sensación de tranquilidad que sin duda nos ayudará a abordar el trabajo.
Cuando además se trabaja en equipo, eres multitarea, teletrabajas o estás sometido al famoso entorno VUCA: ,volatilidad (volatility), incertidumbre (uncertanity), complejidad (complexity) y ambigüedad (ambiguity), el orden es fundamental y ha esto responde entre otras cosas el auge de las metodologías ágiles, que en resumen nos vienen a decir que hay que dar relevancia en los métodos de trabajo a la comunicación del equipo, a la rapidez en la adopción de los cambios, en la capacidad de autoorganizarse, en la simplicidad de los procesos, en medir los avances para generar satisfacción con lo conseguido. En resumen se requiere de disciplina y la correcta coordinación para adaptarse a los cambios de manera rápida y eficiente.
Hay muchas metodologías ágiles (SCRUM, Kanban, etc.) pero lo más importante es el cambio de actitud que se requiere para empezar a usarlas y construir entornos colaborativos de trabajo eficientes. Sin duda ayudará a rentabilizar los esfuerzos del equipo y mejorar su estado de bienestar en el trabajo.
- https://elpais.com/economia/negocios/2022-12-12/las-empresas-se-sientan-en-el-divan-las-bajas-por-problemas-de-salud-mental-aumentan-un-17.html