Nunca sabemos con certeza si, una vez que acaba la guerra, comienza la paz. Nos dicen los portavoces ministeriales que volveremos a la normalidad.

Y este es el problema: no sabemos con exactitud qué es la normalidad o cómo tendremos que definir qué es lo que va a ser normal. Es decir, no sabemos a qué normalidad regresar cuando aquello que estaba normalizado en nosotros nos ha llevado a la situación en la que ahora estamos.

Según el sociólogo Luis Miller, investigador del CSIC, las medidas más duras que nos imponen los gobiernos sólo son socialmente aceptables cuando la percepción del riesgo es muy alta, pero entonces ya es tarde para tomarlas. De manera general, todos los gobiernos hacen lo que creen que quiere la ciudadanía, que es condición para volver a ser reelegidos. Sin embargo, esto se complica en una situación de crisis, porque se trata de anticipar en cada momento cuál es el siguiente paso a dar y adelantarse al estado de opinión. Quiere esto decir que no se puede ir detrás de la crisis, sino que hay que tomar la cabecera. Por eso los gobiernos modulan y escalonan la información, la van cautelosamente dosificando, de manera que si hay que tomar medidas más drásticas en el futuro inmediato hay que crear en la ciudadanía la inquietante percepción de que el riesgo de lo que venga va a ser muy alto.

¿Qué sociedad nacerá después del confinamiento? No sabemos. Se predica en los medios que habrá un antes y un después. Seguro que sí. Pero la memoria del ser humano es frágil y no sabemos si sólo quedará en el recuerdo o si habremos sido capaces de dar un sentido colectivo a lo que hemos vivido, el impacto que ha tenido en nosotros y cuáles serán los aprendizajes que hemos incorporado.

A muy corto plazo, nos gustaría saber cómo se va a planificar lo que queda del año, cómo va a ser nuestra relación con la enfermedad, qué escenarios posibles se manejan, qué estudios, campañas o pedagogías han de llevarse a cabo, cómo prevenir recaídas o cómo interiorizaremos las medidas de autoprotección.  Desde luego algunas habrá, y aquí sí habremos avanzado. Puede que, por fin, nos tomemos en serio las medidas de higiene y empecemos a practicar en serio el lavado de manos, que veamos la disponibilidad en los lugares públicos y transportes de jabones y geles desinfectantes o, si te quejas porque no existen, nadie te mire como si fueras un extraño.

Los primeros tratados de salud, según los estudios de Georges Vigarello en Lo sucio y lo limpio. La higiene del cuerpo desde la Edad Media, muestran algunos “criterios”, ya en este tiempo, de la limpieza del cuerpo. Esto no era tanto un tema “sanitario”, sino un tema moral, de educación y convivencia. Su objetivo era la decencia antes que la higiene. Los puntos de referencia más antiguos son los de la urbanidad, un código social aceptado, no sólo unas prácticas de salud.

Otra cosa es cómo volveremos a utilizar los mismos gestos y rituales con la espontaneidad y frescura que nuestra sociedad viene haciendo desde siempre. La normalidad es relacionarnos, celebrar la vida, festejar. Nuestra cultura es de distancias cortas, afectiva y de abrazos. Los efectos del distanciamiento social no son buenos. Nuestro sistema biológico está ligado a nuestras conexiones y relaciones sociales. Eliminar éstas debilita nuestra salud física y mental.

No se puede dar la espalda a la catástrofe: mortalidad, duelos pendientes, desempleo, pérdida de proyectos profesionales y vitales… ¿Circunstancias excepcionales? Tiempos difíciles para la gestión. Siempre ha sido un debate en las ciencias políticas y sociales si es más fácil saber la calidad y competencia de las instituciones públicas para la gestión en las circunstancias normales de cada día o en las circunstancias excepcionales que marcan los tiempos de inevitables crisis.

Lo que si podemos saber es que, pese a que siempre habrá gente convencida de que nuestro viaje por el mundo está lleno de imponderables y es poco menos que imposible planificar nada, la experiencia nos va diciendo que adelantarse a los acontecimientos y al riesgo es tan importante que marcará la diferencia sobre lo que va a venir después. Sun Tzu, en su famoso libro El arte de la guerra, sostenía que un ejército victorioso gana primero y entabla la batalla después; un ejército derrotado lucha primero e intenta obtener la victoria después. Esta es la diferencia entre quienes tienen estrategia y quienes no tienen ningún plan previo. Y bien que lo estamos sufriendo.

FRUCTUOSO DE CASTRO DE LA IGLESIA

PRESIDENTE DE LA FUNDACIÓN GRUPO DEVELOP